La pérdida del capital de confianza del gobierno
Cristián Saieh Socio Puga Ortiz Abogados Director Centro Negociación UC
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Cristián Saieh
La agenda transformadora del gobierno ha sido profunda y ha generado fuertes debates porque aborda principios sustanciales de la sociedad. Emprender esos cambios requiere negociar y utilizar el capital de confianza que las partes tienen. Por eso, ¿cómo calificar los resultados de las negociaciones por las transformaciones que se han llevado a cabo? Mal, ya que el gobierno gastó parte importante de su capital de confianza.
Sabemos que la confianza es una apuesta hacia el futuro basada en la historia, y la Nueva Mayoría dio señales de debilidad y confusión. Al principio fue la retroexcavadora, después las declaraciones de que nada es negociable, para terminar cediendo en variados asuntos que denotaron que el ejecutivo negoció con el tejo muy pasado, lo que hizo que la otra parte aprendiera que los primeros movimientos en futuras propuestas serían exagerados y, por lo tanto, debían mirarse con recelo.
Al negociar las partes deben mostrar planteamientos iniciales sustentados en criterios legítimos y contrastables. Pasarse para la punta no muestra racionalidad, denota una estrategia errada. ¿O no hubiera sido menos intrincada la discusión de la reforma tributaria, laboral y educacional si es que el punto de partida del gobierno hubiera sido menos extremo? Y lo que es más grave aún: las cesiones del gobierno se dieron por la intervención del ala más centrista de la Nueva Mayoría y el temor al cedazo del Tribunal Constitucional, lo que muestra que el gobierno incluso miró con recelo a sus aliados y teme la institucionalidad.
Ahora que la oposición sabe que el gobierno negoció partiendo de extremos, desconfiará de cada paso que de en el futuro, lo que augura un término de gobierno políticamente aún más confrontacional.
En las relaciones humanas es necesario dar confianza para recibirla. Para generar credibilidad hay que empezar con transparencia, esto es, además de no ocultar información, otorgar la suficiente para que el otro satisfaga sus intereses. Cada parte sabe que el otro tratará de conseguir el máximo beneficio, lo que es válido; sin embargo, mina la confianza si se sospecha respecto a la falta de corrección en torno a la información que entrega el otro.
Lo segundo es que la propuesta debe ser seria, basada en criterios de legitimidad y no en el mero antojo.
Posteriormente, la coherencia en el decir y el actuar. Si un negociador se jacta de aplanar a la otra parte, ¿por qué no habría de intentarlo nuevamente? Seguidamente, tan típico de nuestra cultura: el doble estándar, que provoca suspicacias.
Por último, no desacreditar al otro ya que si lo hacemos, desconfiará. El capital de confianza cuesta construirlo y es fácil desmoronarlo. Es como una copa de cristal trizada. Por mucho que la repare un experto, siempre miraremos ese desperfecto.